jueves, 21 de junio de 2007

Things U will never forget




Sometimes I remember this kind of things you will never forget... Llega la noche de San Juan y con ella muchos recuerdos, sobre todo recuerdos que deseas que se repitan, una y otra vez... Esa noche mágica en que puedes soñar lo que quieras porque sabes que tres deseos puedes pedir y quizá el destino esta vez se acuerde de TI...


Voy a ahondar en el tema de la mágica noche de San Juan y las películas que hablan de ese tipo de fantásticos momentos.

La primer película que me viene a la mente es una de esas que recuerdas con mucho cariño, la sutil y embelesadora Vacaciones en Roma. Tanto, el arrebatador periodista fehacientemente intepretado por Gregory Peck como la sensual y pérdida princesa Anne de la siempre conquistadora Audrey Hepburn, consiguen que la química sea uno de los principales componentes de este cocktail explosivo. Una historia plagada de la típica magia que caracteriza la noche del 24 de junio. Un cuento de hadas con un toque chic, que la dulce y elegante Hepburn consigue darle con su carita de belleza recién descubierta. Adobando este cocktail con la mejor de las presencias masculinas de la época, un apuesto e interesante partenaire, el masculino Gregory (que me tiene loquita)... -seriedad-
No solo el hecho de que ella sea una princesa es lo que convierte a Vacaciones en Roma en un cuento. Si está película mostrase la actual vida (siempre manteniendo a los protagonistas originales y su charme) de una alta ejecutiva que decide dejar unos días el stress de Manhattan y trasladarse a un mediterráneo pueblo a descansar conservaria toda su estela mágica pues es un todo lo que nos enamora de ella, William Wyler consigue impregnar cada sutil plano del mejor feeling.

¿Otra película que me haya seducido irremediablemente? Sin ir más lejos la vi la semana pasada por tercera vez y sigue pareciéndome increiblemente seductora, con la magia más terrenal y mediterránea, hablo de la Bigasiana Son de mar, siguiendo este mismo son me dejo atrapar por la arrebatadora sensualidad de Leonor Watling que atrae a Jordi Mollà y lo convierte en su Ulises particular, que sabe narrar historias clásicas igual de bien como pescar atunes de temporada... El cuento de Ulises y Martina es tan trágico y pasional como cualquiera drama griego. Solo diré "He cruzado todos los oceanos del mundo para saber que no puedo vivir sin ti"... WOW


"Déjame que te cuente un cuento"..."si tu me dejas, si me das tiempo", así Lorenzo consigue que Lucia se quiera quedar para siempre a su lado y que la sirena valenciana recupere la sonrisa. La medemiana Lucia y el sexo es mi tercer cuento de hadas... no solo el faro de Formentera tiene luz propia, todos los personajes tienen ese halo interesante y atrayente, al igual que las coincidencias que son una constante en el cine del vasco. Partiendo de esto la quinta película (pero casi casi lograria el primer puesto en el rankig por todo lo que para mi significa) seria Los amantes del circulo Polar (en la foto), otra fábula que Julio Medem inventa y hace que nos llegue tan adentro como la pregunta de amor de toda la vida, que por cierto... ¿Cuál es la pregunta de toda la vida? Najwa como Ana y Fele como Otto consiguen que su cuento del revés atraviese las visceras del espectador más duro, con nombres capicua y saltando por la ventana como un valiente nos cuentan la apasionada historia de dos hermanastros que se aman por casualidad.


Un beso capicua





martes, 12 de junio de 2007

La Soledad


Jaime Rosales puede convertirse en los próximos años en uno de los cineastas españoles más importantes al margen del cine comercial. Su propuesta es radical sin llegar a lo puramente experimental. Ya en su debut en el largometraje “Las horas del día” (2003) ponía de manifiesto su estilo narrativo: austeridad, ausencia total de artificio, hiperrealismo tanto en las interpretaciones, la dirección de actores como en los diálogos y una especial querencia por los tiempos pausados, el silencio y una cámara que se asoma pudorosa y con sigilo a las vivencias, emociones, alegrías y tristezas de unos personajes absolutamente cotidianos. El cine de Jaime Rosales convierte lo cotidiano en un arte e incluso en un espectáculo.

En “La soledad”, el director hace aún más énfasis en todos los aspectos de su propuesta cinematográfica, resultando una película auténtica y sincera, en la que lo narrado alcanza la emoción del espectador a golpe de verdad. Las relaciones entre las personas, a menudo mediatizadas por la importancia que le damos al dinero, la incomunicación y las consecuencias de la muerte de un ser querido se dan cita en esta película que supone un soplo de aire fresco en un año en el que el cine español se está mostrando en un perfil demasiado bajo.

La mayor novedad formal de esta película con respecto a “Las horas del día” es el uso de la llamada “polivisión” que consiste en dividir la pantalla en dos mitades de igual tamaño y mostrar dos ángulos, dos posiciones de cámara sobre un mismo espacio. La película utiliza esta técnica en el 30% de su metraje, aunque no en todos los casos esté justificada.

En la propuesta de Rosales, resulta esencial el trabajo de los intérpretes que, en el caso de “La soledad”, resulta de un hiperrealismo tal, su trabajo es tan concienzudo, que la naturalidad que desprende puede descolocar en un principio al espectador no avisado. Los trabajos de Sonia Almarcha, Petra Martínez y el resto del reparto es sobresaliente.

El cine del catalán Jaime Rosales no es fácil de ver, no es ni simpático ni amable, requiere una cierta predisposición del espectador para conectar con una forma diferente de contar historias, pero el resultado puede ser brillante.