
Con frecuencia se considera a Emilio Martínez Lázaro un director de comedias. Sin embargo, no es la primera vez que el cineasta afronta otro tipo de género (especialmente lograda fue su incursión en el cine negro con “La voz de su amo” de 2001). En esta ocasión, Martínez Lázaro afronta la historia real de 13 chicas republicanas que murieron fusiladas a manos de los nacionales en 1939.
No es tarea fácil llevar al cine historia tan compleja, con tantos personajes y con tan delicado material. El resultado, por desgracia, no está a la altura de las expectativas y resulta parcialmente decepcionante. A fuerza de querer ser lo más fiel posible a la experiencia narrada por algunos de los personajes que sobrevivieron esa historia, la película queda desdibujada, la narración no parece ni fluida ni especialmente atractiva para el espectador. Da la sensación de que Martínez Lázaro no se ha implicado en la historia como era necesario a la hora de tratar un tema tan delicado. Lo que más irrita es el evidente intento de suavizar la dura historia que se narra a fin de conseguir una película agradable para el gran público, dulcificando la terrible realidad, evitando mostrar casi en todo momento una crudeza tan real como aquí esquivada. Tan sólo alguna escena de tortura se acerca, si quiera tímidamente, a la realidad que pretende contar esta película excesivamente blanda.
Tras una escena inicial bastante floja, la película va mostrando a los distintos personajes y el clima de represión inmediatamente posterior al final de la guerra. Es quizás, la mejor parte de la película aunque, incluso aquí, se cuelan personajes y situaciones que chirrían. Cuando las protagonistas ingresan en prisión, la película va perdiendo peso y credibilidad, (la cárcel parece más bien un patio de colegio, con esas bromas, esos bailes, esos cánticos, esas casi entrañables funcionarias de prisiones…) sólo recuperados parcialmente en un final no por previsible menos impactante. Sin embargo, el conjunto de la película no emociona, el espectador no llega a implicarse plenamente con los personajes y la intensidad que cabía esperar de una historia como esta, se queda a medio gas.
En el haber de la película cabe mencionar las interpretaciones de Verónica Sánchez y Marta Etura. Pilar López de Ayala está tan inexpresiva como casi siempre, mientras que Nadia de Santiago y Félix Gómez están directamente flojos. La ambientación, los funcionales efectos especiales y la excelente música del incombustible Roque Baños se encuentran entre lo mejor de la película.
Queda, con ese final que apela de forma un tanto discutible a la famosa reconciliación, una sensación de ocasión desaprovechada, de obra fallida. Queda “Las 13 rosas” como una película menor dentro de la filmografía de un cineasta más que competente que aquí no ha sabido meter mano a una historia que pedía una mayor implicación.
No es tarea fácil llevar al cine historia tan compleja, con tantos personajes y con tan delicado material. El resultado, por desgracia, no está a la altura de las expectativas y resulta parcialmente decepcionante. A fuerza de querer ser lo más fiel posible a la experiencia narrada por algunos de los personajes que sobrevivieron esa historia, la película queda desdibujada, la narración no parece ni fluida ni especialmente atractiva para el espectador. Da la sensación de que Martínez Lázaro no se ha implicado en la historia como era necesario a la hora de tratar un tema tan delicado. Lo que más irrita es el evidente intento de suavizar la dura historia que se narra a fin de conseguir una película agradable para el gran público, dulcificando la terrible realidad, evitando mostrar casi en todo momento una crudeza tan real como aquí esquivada. Tan sólo alguna escena de tortura se acerca, si quiera tímidamente, a la realidad que pretende contar esta película excesivamente blanda.
Tras una escena inicial bastante floja, la película va mostrando a los distintos personajes y el clima de represión inmediatamente posterior al final de la guerra. Es quizás, la mejor parte de la película aunque, incluso aquí, se cuelan personajes y situaciones que chirrían. Cuando las protagonistas ingresan en prisión, la película va perdiendo peso y credibilidad, (la cárcel parece más bien un patio de colegio, con esas bromas, esos bailes, esos cánticos, esas casi entrañables funcionarias de prisiones…) sólo recuperados parcialmente en un final no por previsible menos impactante. Sin embargo, el conjunto de la película no emociona, el espectador no llega a implicarse plenamente con los personajes y la intensidad que cabía esperar de una historia como esta, se queda a medio gas.
En el haber de la película cabe mencionar las interpretaciones de Verónica Sánchez y Marta Etura. Pilar López de Ayala está tan inexpresiva como casi siempre, mientras que Nadia de Santiago y Félix Gómez están directamente flojos. La ambientación, los funcionales efectos especiales y la excelente música del incombustible Roque Baños se encuentran entre lo mejor de la película.
Queda, con ese final que apela de forma un tanto discutible a la famosa reconciliación, una sensación de ocasión desaprovechada, de obra fallida. Queda “Las 13 rosas” como una película menor dentro de la filmografía de un cineasta más que competente que aquí no ha sabido meter mano a una historia que pedía una mayor implicación.