Diez años después de que debutara como director con su personal e interesante La pistola de mi hermano, el escritor y cineasta Ray Loriga vuelve a ponerse detrás de la cámara para afrontar un poco convencional y arriesgado proyecto: llevar a la pantalla la vida y obra de Teresa de Cepeda y Ahumada, más conocida como Santa Teresa de Jesús o Santa Teresa de Ávila.
Choca, de entrada, ver a un escrito con aspecto de rockero meterse en semejante historia, pero basta con ver los primeros minutos de Teresa: el cuerpo de Cristo para comprobar que Loriga admira al personaje y trata de entenderlo.
La fórmula que el cineasta utiliza para narrar la historia es sencilla pero al tiempo convincente y efectiva. En la primera parte de la película, Loriga hace un rápido trazo biográfico de Teresa para adentrarse poco después en las tribulaciones, padecimientos y dudas que sufre la religiosa al experimentar visiones de Jesucristo en persona. Son estas escenas, junto con la duda que plantea la película sobre la dudosa virginidad de la Santa, las que han despertado cierto rechazo en un sector de la cristiandad al considerarlas excesivamente carnales. No es fácil hacer llegar al espectador las experiencias místicas de Teresa, máxime si, como un servidor, quien se sienta frente a la pantalla no es creyente. El cineasta consigue sin embargo hacer entendibles y cercanas las vivencias de la fundadora de las Carmelitas descalzas.
En la segunda mitad de la película veremos a la Teresa más combativa al enfrentarse a un amplio y poderoso sector de la Iglesia con la todopoderosa Santa Inquisición como máxima y siniestra expresión. Una Iglesia carcomida por las luchas internas de poder. Es en esa descripción donde la película acelera el ritmo del relato (hasta entonces pausado, contemplativo y poético-místico) y muestra a una Teresa de fuerte carácter luchador y marcadamente feminista. Toda una revolucionaria en una época y en una institución absolutamente reaccionaria y machista.
La película tiene una factura impecable, con especial mención a la excelente fotografía del veterano José Luís Alcaine, la exquisita música de Ángel Illarramendi y el diseño de vestuario de la prestigiosa japonesa Eiko Ishioka (ganadora de un Oscar por su trabajo en el Drácula de Francis Ford Coppola). Paz Vega realiza una esforzada y convincente interpretación del personaje protagonista, brillantemente arropada por un magnífico reparto con grandes nombres como Leonor Watling, Geraldine Chaplin, José Luís Gómez, Eusebio Poncela, Álvaro de Luna o Ángel de Andrés, entre otros.
En definitiva, Teresa: el cuerpo de Cristo es una película atractiva cuya mayor virtud es consiguir interesar incluso a los menos religiosos y demuestra la fuerte personalidad de un director a contracorriente que no se deja llevar por las modas y el éxito fácil.
Choca, de entrada, ver a un escrito con aspecto de rockero meterse en semejante historia, pero basta con ver los primeros minutos de Teresa: el cuerpo de Cristo para comprobar que Loriga admira al personaje y trata de entenderlo.
La fórmula que el cineasta utiliza para narrar la historia es sencilla pero al tiempo convincente y efectiva. En la primera parte de la película, Loriga hace un rápido trazo biográfico de Teresa para adentrarse poco después en las tribulaciones, padecimientos y dudas que sufre la religiosa al experimentar visiones de Jesucristo en persona. Son estas escenas, junto con la duda que plantea la película sobre la dudosa virginidad de la Santa, las que han despertado cierto rechazo en un sector de la cristiandad al considerarlas excesivamente carnales. No es fácil hacer llegar al espectador las experiencias místicas de Teresa, máxime si, como un servidor, quien se sienta frente a la pantalla no es creyente. El cineasta consigue sin embargo hacer entendibles y cercanas las vivencias de la fundadora de las Carmelitas descalzas.
En la segunda mitad de la película veremos a la Teresa más combativa al enfrentarse a un amplio y poderoso sector de la Iglesia con la todopoderosa Santa Inquisición como máxima y siniestra expresión. Una Iglesia carcomida por las luchas internas de poder. Es en esa descripción donde la película acelera el ritmo del relato (hasta entonces pausado, contemplativo y poético-místico) y muestra a una Teresa de fuerte carácter luchador y marcadamente feminista. Toda una revolucionaria en una época y en una institución absolutamente reaccionaria y machista.
La película tiene una factura impecable, con especial mención a la excelente fotografía del veterano José Luís Alcaine, la exquisita música de Ángel Illarramendi y el diseño de vestuario de la prestigiosa japonesa Eiko Ishioka (ganadora de un Oscar por su trabajo en el Drácula de Francis Ford Coppola). Paz Vega realiza una esforzada y convincente interpretación del personaje protagonista, brillantemente arropada por un magnífico reparto con grandes nombres como Leonor Watling, Geraldine Chaplin, José Luís Gómez, Eusebio Poncela, Álvaro de Luna o Ángel de Andrés, entre otros.
En definitiva, Teresa: el cuerpo de Cristo es una película atractiva cuya mayor virtud es consiguir interesar incluso a los menos religiosos y demuestra la fuerte personalidad de un director a contracorriente que no se deja llevar por las modas y el éxito fácil.
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