jueves, 17 de mayo de 2007

To kill a Mockingbird


Hacia tiempo que me esperaba este filme, sobre todo después de descubrir en Las nieves de kilimanjaro que Gregory Peck me gustaba tanto (es lo bueno que tiene ser joven, siempre se está descubriendo nuevas -viejas- joyas). El hecho de saber que su papel de Atticus Finch le habia valido el Oscar al fin, me daba aún más esperanzas para saber que iba a ver una obra maestra mínimo de la interpretación.

NO me equivocaba, el señor Peck está inmenso, a su papel de un padre abnegado y abogado liberal Gregory le brinda una humanidad y un estilo por encima de cualquier interpretación masculina de la época. Creo que después de ver Matar a un ruiseñor puedo decir que Gregory Peck es uno de los mejores actores de la década de los 40-60, destacando esta interpretación y recordando por ejemplo al socarrón periodista que engaña a la tierna princesa Anne (Audrey Hepburn) en Vacaciones en Roma.

En esta ocasión Robert Mulligan consigue una brillante adapación de la novela -galardonada con el Pulitzer- de Harper Lee, que muestra la apacible vida de un padre y sus dos hijos hasta el momento en que el padre se tiene que hacer cargo de la defensa de un hombre de color acusado de violación por un maleante racista del pueblo. Atticus Finch cree que no encargarse de esta defensa seria ir contra sus principios y cree a toda costa en el testimonio de su cliente, al cual defenderá con sus mejores artimañas, basadas esencialmente en el don del verbo.

Una historia que habla de la familia, de la justicia, de la perdida de la inocencia infantil, de la moral y en definitiva de la vida, consigue llegar muy adentro del respetable. Un filme fácil de ver con dos partes diferenciadas, en la primera se centra más en la vida de los niños, que inventan una historia sobre Boo Radley, su misterioso vecino. En segundo lugar está el juicio de Tom Robinson, que a Atticus le cuesta la perdida de alguna amistad pero le otorga para siempre el respeto de esos locos bajitos que son sus hijos, por lo tanto esta historia narrada desde la voz madura de Scout, la hija de Atticus, es una canción de amor a su magnífico padre. El cual prefiere que le miren mal que ver matar a un ruiseñor, pues es un pecado.

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