martes, 17 de julio de 2007

El cine de Berlanga

Luís García Berlanga es uno de los nombres clave de historia del cine español. Nunca falta entre las 10 primeras al menos uno de sus títulos en las listas que, con frecuencia, se realizan para designar las mejores películas del cine español.

Berlanga nació en Valencia en 1921. Cuando estudiaba Filosofía y Letras su padre fue encarcelado por pertenecer al Frente Popular, lo que le llevó a abandonar la universidad y enrolarse en la División Azul a fin de contribuir a la salvación de su padre.

En los años 40 estudió cine en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid y, además de escribir para “Las Provincias” rodó sus primeros cortos: “Tres Cantos” y “Un paseo por una guerra antigua” (ambos de 1948) y “El circo” (1949).

En 1951 debuta en el largometraje codirigiendo con Juan Antonio Bardem “Esa pareja feliz”, una comedia que se salía de los cánones habituales en el cine español de la época, inspirada en cierto modo en el Neorealismo Italiano, apostando por un acercamiento a la realidad social y a los problemas económicos de los jóvenes. A esta película, que en su momento pasó desapercibida, le siguió “¡Bienvenido, Mister Marshall!” (1953), que en un principio también iba a dirigir junto a Bardem (con quien escribió el guión junto a Miguel Mihura) pero que acabó filmando en solitario. Película clave en el cine español de los 50, “¡Bienvenido, Mister Marshall!” contiene detrás de su humor cotidiano y casi tierno, una crítica hacia las autoridades españolas y estadounidenses que pasó desapercibida ante la censura. Además, contenía algunas de las señas de identidad del futuro cine de Berlanga, como los protagonismos corales, el humor ingenioso y la crítica social.

En 1954 estrena una de sus películas más olvidadas, “Novio a la vista”, inofensiva comedia veraniega que poco tiene que ver con las ácidas sátiras políticas y sociales posteriores. Mayor éxito tiene “Calabuch” (1956), película antimilitarista envuelta de nuevo en un tono amable y tierno que pasa por ser una de sus películas más recordadas, siendo premiada en el Festival de Venecia. “Los jueves, milagro” (1957) marca un punto de inflexión en su cine. De nuevo una comedia coral ambienta en un pequeño pueblo, la película tiene una primera mitad brillante pero se topó con serios problemas de censura que alteraron la parte final del largometraje. No sería ni el primero ni mucho menos el último encontronazo que Berlanga tuviera con la censura, a media que sus comedias se iban haciendo cada vez más ácidas y críticas con el franquismo.

A finales de los 50 comienza su colaboración con el guionista Rafael Azcona, con quien escribirá varios guiones prohibidos hasta que consigue filmar “Plácido”, su primera obra esencial y una de las críticas más ácidas, lúcidas e irreverentes hacia la caridad cristiana y a la sociedad conservadora española. La película le valió una nominación a los Oscars como película de habla no inglesa.

Confirmando su gran momento creativo junto a Azcona, estrena en 1964 la que para muchos es su mejor obra: “El verdugo”, comedia negra y desgarrada contra la pena de muerte de repercusión internacional que le supuso el definitivo enfrentamiento con el Régimen de Franco, quien llegó a decir de él: “Berlanga no es un comunista, es algo peor, es un mal español”.

Con serios problemas para sacar sus guiones con Azcona adelante debido a las presiones de la censura, Berlanga decide rodar en Argentina su siguiente película, que llegará a los cines en 1968. “La boutique” se trata de una de sus películas menos recordadas.

En 1970 rodará de nuevo en España “¡Vivan los novios!”, comedia irreverente en la que José Luís López Vázquez (habitual en su cine) interpreta a un reprimido sexual que ha de casarse sin muchas ganas. Se trata, en cualquier caso, de una película menor en su filmografía.

De nuevo por problemas con la censura, Berlanga rodará, esta vez en Francia “Tamaño natural” (1974), su única no-comedia y para muchos su película más personal y desesperada en la que Michel Piccoli interpreta a un solitario médico que vive con una muñeca cada vez más aislado del mundo y sumergido en su mundo de ficción.

Con la desaparición de la censura en 1977, Berlanga y Azcona se sintieron más libres a la hora de hacer sus habituales críticas políticas y sociales en forma de comedias. Esto haría, como tantas veces ocurrió en las comedias de la época, que su cine derivara en cierto modo hacia un humor a veces más chabacano y en ocasiones vulgar, aunque sobre todo en los primeros años de la democracia, su ingenio y su chispa siguió siendo muy efectiva.

Así, en 1978 estrena “La escopeta nacional”, de nuevo una comedia coral en la que se satiriza con ingenio y talento sobre las cazas que se organizaban durante el régimen fascista para hacer negocios atravesados por la corrupción más escandalosa. La película se convirtió en todo un éxito de taquilla, lo que propició una segunda parte, “Patrimonio nacional” (1981), centrada esta vez en la decadencia de la disparatada familia del marqués de Leguineche, en la que se hacía mofa de la situación de la aristocracia española en plena transición. La película supuso otro nuevo éxito de taquilla que culminó con “Nacional III” (1983), tercera y última parte de las andanzas de los Leguineche, esta vez a cuenta de la evasión fiscal a Francia.

En 1985 estrena un proyecto largamente gestado llamado “La vaquilla”, la particular visión de Berlanga sobre la Guerra Civil que supuso el mayor éxito de taquilla de su carrera. Aún con momentos muy divertidos e ingeniosos, la película supone de alguna forma el comienzo de la decadencia en la calidad del cine del cineasta valenciano. En 1987, estrenará su última película escrita junto a Rafael Azcona, “Moros y cristianos”, otro éxito de taquilla que muestra que los mejores años del cine de Berlanga quedan atrás y prefiere adentrarse en un humor a veces vulgar, poco sutil y no demasiado ingenioso.

Otro tanto de lo mismo ocurre con “Todos a la cárcel” (1993), comedia despendolada en la que una vez más habla de la corrupción política (esta vez del Partido Socialista de la época) pero sin el talento ni la chispa de “La escopeta nacional”.

Cierra su filmografía “París- Tombuctú”, exabrupto ácrata de nuevo protagonizado por Michel Piccoli que más que lúcido resulta vulgar y muy poco inspirado. Consciente de que era su último largometraje, Berlanga cargó las tintas en su tono anárquico y su humor despiadado pero el resultado nada tiene que ver con su mejor cine.

Pese a una última etapa de su carrera cinematográfica poco interesante, es justo reconocer en Berlanga a uno de los cineastas más brillantes que ha dado el cine español, con títulos emblemáticos que se encuentran entre lo mejor del cine hecho en España.

Aquí, uno de los momentos más famosos de toda su filmografía: el discurso del alcalde "¡Bienvenido, Mister Marshall!" interpretado por Pepe Isbert:


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