viernes, 20 de julio de 2007

El porqué de las cosas


No es ningún secreto que Andeka y yo vemos el cine de manera totalmente diferente, escribimos diferente y somos muy parecidos sin parecernos en nada... la cuestión, a partir de ahora voy a desnudar el alma de las películas que aquí os comente, al igual que Andeka siempre ofrece los mejores datos y la información más suculenta yo pienso en navegar por la cinta y contarte que me ha transmitido, qué he entendido... una manera diferente de abrir los ojos ante un filme más espiritual, otra forma de entender el cine (que a su vez Andeka tiene muy desarrollada pero habrá que esperar a que se suelte para desnudarse como hoy lo voy a hacer yo).



Empezaré por un filme americano que vi el otro día, muy laureadas sus interpretaciones y con Oscar para su protagonista, En la cuerda floja. Sus interpretes, Reese Witherspoon y Joaquin Phoenix, consiguen que sus June Carter y Johnny Cash merodeen por la pantalla al ritmo de un rock renegado...




La verdad es que la película consigue entretener y atrapar al espectador pero lo que de verdad importa y es patente es la QUÍMICA entre Reese y Joaquin, ambos saben aprovechar este auténtico logro, teniendo en cuenta que la mayoria de parejas hollywoodienses son un intento desesperado por llevar a la gente al cine y conseguir taquillazos. En la cinta de James Mangold el biopic del cantante más rebelde de los cincuenta, el hombre que siempre vestia de negro, es una excusa para contar una historia de superación personal y de asimilación del yo más oscuro.


Johnny Cash no sabia nada de música pero sabia transmitir lo que sentia y decirlo alto y claro con su voz y unos acordes desgarradores que según él eran fruto de la coincidencia pues era el ritmo que le habia elegido a él y no podia crear otras características para su música pues era inconsciente. En realidad su magnetismo hicieron que después de grabar el primer disco consiguiera meterse en una gira en que los nombres recién descubiertos por discográficas recorrian los USA en un autobus, entre ellos la joven y de una estirpe de cantantes, June Carter.


La relación de amistad entre ambos que se gestó en estas giras y en las posteriores, de los dos cantantes sin sus antiguos compañeros, en aquellos momentos grandes músicos que sonaban en todas la radios: Elvis Presley y Jerry Lee Lewis. Cuando June descubre los problemas de adicción de Cash ofrece su ayuda a un abatido hombre que piensa en dejar la música y olvidarse de su vida pero cuando hay algo por lo que luchar, se nada a contracorriente si es preciso.


Una hermosa casa de madera en un lago será el pretexto de Cash para salir de las negras redes de la mala vida y volver a hacer sonar esa guitarra que saca un rock tajante. El personaje que interpreta Joaquin consigue emocionarnos pues esta es una historia real, sabemos que detrás de las pequeñas falsedades o exageraciones cinematográficas, en realidad hubo un hombre que se esforzó por triunfar, ahí están sus discos.


Otro de los logros de Cash es de todos conocido, siguió la estela de June hasta que le mostró que estaba por el buen camino y se dedicó a enamorarla. Una bonita historia de amor es el centro de muchas películas (y siempre se agradece que nos cuenten como otros se han enamorado) pero en esta hay verdad. Ella no cedió facilmente a los ataques masculinos, espero a que fuese el momento adecuado, a que él encaminase su vida por el sendero de los focos más brillantes.


Johhny no habia tenido una infancia fácil por un trauma que sufria en silencio, algo que marcó la relación con su padre, que fue durante toda la vida muy tensa.


En la cuerda floja es una película fácil de ver con dos buenos interpretes que hacen que las chispas salten. Dicho sea de paso, cuesta bastante encontrar en la cartelera yankee ofertas mucho más interesantes aunque siempre nos quedará el cine menos comercial y nuestro amado cine español, que sube de nivel a pesar de la archiconocida y endémica crisis.



os recomiendo la película para una tarde-noche tonta en la que no quereis más que oir buena música y que nos hagan pasar un rato agradable, sentir que has visto una historia verdadera o con mucha verdad a pesar de ser ficción...





martes, 17 de julio de 2007

El cine de Berlanga

Luís García Berlanga es uno de los nombres clave de historia del cine español. Nunca falta entre las 10 primeras al menos uno de sus títulos en las listas que, con frecuencia, se realizan para designar las mejores películas del cine español.

Berlanga nació en Valencia en 1921. Cuando estudiaba Filosofía y Letras su padre fue encarcelado por pertenecer al Frente Popular, lo que le llevó a abandonar la universidad y enrolarse en la División Azul a fin de contribuir a la salvación de su padre.

En los años 40 estudió cine en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid y, además de escribir para “Las Provincias” rodó sus primeros cortos: “Tres Cantos” y “Un paseo por una guerra antigua” (ambos de 1948) y “El circo” (1949).

En 1951 debuta en el largometraje codirigiendo con Juan Antonio Bardem “Esa pareja feliz”, una comedia que se salía de los cánones habituales en el cine español de la época, inspirada en cierto modo en el Neorealismo Italiano, apostando por un acercamiento a la realidad social y a los problemas económicos de los jóvenes. A esta película, que en su momento pasó desapercibida, le siguió “¡Bienvenido, Mister Marshall!” (1953), que en un principio también iba a dirigir junto a Bardem (con quien escribió el guión junto a Miguel Mihura) pero que acabó filmando en solitario. Película clave en el cine español de los 50, “¡Bienvenido, Mister Marshall!” contiene detrás de su humor cotidiano y casi tierno, una crítica hacia las autoridades españolas y estadounidenses que pasó desapercibida ante la censura. Además, contenía algunas de las señas de identidad del futuro cine de Berlanga, como los protagonismos corales, el humor ingenioso y la crítica social.

En 1954 estrena una de sus películas más olvidadas, “Novio a la vista”, inofensiva comedia veraniega que poco tiene que ver con las ácidas sátiras políticas y sociales posteriores. Mayor éxito tiene “Calabuch” (1956), película antimilitarista envuelta de nuevo en un tono amable y tierno que pasa por ser una de sus películas más recordadas, siendo premiada en el Festival de Venecia. “Los jueves, milagro” (1957) marca un punto de inflexión en su cine. De nuevo una comedia coral ambienta en un pequeño pueblo, la película tiene una primera mitad brillante pero se topó con serios problemas de censura que alteraron la parte final del largometraje. No sería ni el primero ni mucho menos el último encontronazo que Berlanga tuviera con la censura, a media que sus comedias se iban haciendo cada vez más ácidas y críticas con el franquismo.

A finales de los 50 comienza su colaboración con el guionista Rafael Azcona, con quien escribirá varios guiones prohibidos hasta que consigue filmar “Plácido”, su primera obra esencial y una de las críticas más ácidas, lúcidas e irreverentes hacia la caridad cristiana y a la sociedad conservadora española. La película le valió una nominación a los Oscars como película de habla no inglesa.

Confirmando su gran momento creativo junto a Azcona, estrena en 1964 la que para muchos es su mejor obra: “El verdugo”, comedia negra y desgarrada contra la pena de muerte de repercusión internacional que le supuso el definitivo enfrentamiento con el Régimen de Franco, quien llegó a decir de él: “Berlanga no es un comunista, es algo peor, es un mal español”.

Con serios problemas para sacar sus guiones con Azcona adelante debido a las presiones de la censura, Berlanga decide rodar en Argentina su siguiente película, que llegará a los cines en 1968. “La boutique” se trata de una de sus películas menos recordadas.

En 1970 rodará de nuevo en España “¡Vivan los novios!”, comedia irreverente en la que José Luís López Vázquez (habitual en su cine) interpreta a un reprimido sexual que ha de casarse sin muchas ganas. Se trata, en cualquier caso, de una película menor en su filmografía.

De nuevo por problemas con la censura, Berlanga rodará, esta vez en Francia “Tamaño natural” (1974), su única no-comedia y para muchos su película más personal y desesperada en la que Michel Piccoli interpreta a un solitario médico que vive con una muñeca cada vez más aislado del mundo y sumergido en su mundo de ficción.

Con la desaparición de la censura en 1977, Berlanga y Azcona se sintieron más libres a la hora de hacer sus habituales críticas políticas y sociales en forma de comedias. Esto haría, como tantas veces ocurrió en las comedias de la época, que su cine derivara en cierto modo hacia un humor a veces más chabacano y en ocasiones vulgar, aunque sobre todo en los primeros años de la democracia, su ingenio y su chispa siguió siendo muy efectiva.

Así, en 1978 estrena “La escopeta nacional”, de nuevo una comedia coral en la que se satiriza con ingenio y talento sobre las cazas que se organizaban durante el régimen fascista para hacer negocios atravesados por la corrupción más escandalosa. La película se convirtió en todo un éxito de taquilla, lo que propició una segunda parte, “Patrimonio nacional” (1981), centrada esta vez en la decadencia de la disparatada familia del marqués de Leguineche, en la que se hacía mofa de la situación de la aristocracia española en plena transición. La película supuso otro nuevo éxito de taquilla que culminó con “Nacional III” (1983), tercera y última parte de las andanzas de los Leguineche, esta vez a cuenta de la evasión fiscal a Francia.

En 1985 estrena un proyecto largamente gestado llamado “La vaquilla”, la particular visión de Berlanga sobre la Guerra Civil que supuso el mayor éxito de taquilla de su carrera. Aún con momentos muy divertidos e ingeniosos, la película supone de alguna forma el comienzo de la decadencia en la calidad del cine del cineasta valenciano. En 1987, estrenará su última película escrita junto a Rafael Azcona, “Moros y cristianos”, otro éxito de taquilla que muestra que los mejores años del cine de Berlanga quedan atrás y prefiere adentrarse en un humor a veces vulgar, poco sutil y no demasiado ingenioso.

Otro tanto de lo mismo ocurre con “Todos a la cárcel” (1993), comedia despendolada en la que una vez más habla de la corrupción política (esta vez del Partido Socialista de la época) pero sin el talento ni la chispa de “La escopeta nacional”.

Cierra su filmografía “París- Tombuctú”, exabrupto ácrata de nuevo protagonizado por Michel Piccoli que más que lúcido resulta vulgar y muy poco inspirado. Consciente de que era su último largometraje, Berlanga cargó las tintas en su tono anárquico y su humor despiadado pero el resultado nada tiene que ver con su mejor cine.

Pese a una última etapa de su carrera cinematográfica poco interesante, es justo reconocer en Berlanga a uno de los cineastas más brillantes que ha dado el cine español, con títulos emblemáticos que se encuentran entre lo mejor del cine hecho en España.

Aquí, uno de los momentos más famosos de toda su filmografía: el discurso del alcalde "¡Bienvenido, Mister Marshall!" interpretado por Pepe Isbert:


lunes, 16 de julio de 2007

El cine de Martin Scorsese


De entrada, diré que no comparto el entusiasmo y la devoción generales hacia el cine de Martin Scorsese. Si tuviera que hablar de obras maestras diría que sólo tiene una: “La edad de la inocencia”, una de las poquísimas películas del italoamericano en las que los personajes femeninos no se limitan a ser más que un obstáculo o una incomodidad para que los masculinos alcancen sus propósitos y la única en toda su larga filmografía en la que habita un personaje femenino fascinante y arrebatador: el interpretado admirablemente por Michelle Pfeiffer.

Pienso que Scorsese tiene películas muy buenas, buenas, regulares y malas. En su estilo habitual hay varias cosas que me irritan con frecuencia: creo que a veces se pasa con movimientos de cámara gratuitos y mareantes (para los críticos, lo que en Brian De Palma es efectismo barato y esteticismo innecesario, en Scorsese es un ejemplo de realización vigorosa y puesta en escena llena de energía), su velocidad narrativa a veces resulta cansina y contribuye a distraer incongruencias argumentales, sus continuas voces en off a veces resultan innecesarias, la duración de varias de sus películas es excesiva, su continuo rollo cristiano aburre en bastantes de sus películas…

Dicho lo cual, creo que en general Scorsese es un muy buen director que en varias ocasiones ha dado muestras de un gran talento.

Intuyo que muchos de los que se declaran admiradores apasionados de toda la obra del “maestro” no conocen sus mediocres comienzos en películas anodinas como “¿Quién llama a mi puerta?” o “El tren de Bertha”. Su cine comenzó a llamar la atención con su tercer largometraje, la sobrevalorada “Malas calles” (1973), en la que se encuentran varias de sus constantes cinematográficas futuras, incluyendo defectos y virtudes. Después vendría la olvidable “Alicia ya no vive aquí”, especie de folletín con personaje femenino agotadoramente histérico interpretado por una histriónica Ellen Burstyn. Con “Taxi driver” llegaría su primera gran película, con un Robert de Niro convertido en estrella gracias a su trabajo en la segunda parte de “El padrino” de Coppola. La historia del solitario y desquiciado taxista que deambula por las calles de Nueva York fue también el primer éxito comercial de Scorsese, al tiempo que otros compañeros y amigos conquistaban a la crítica y al público de medio mundo con sus películas (las dos partes de “El padrino” de Francis Ford Coppola, “Tiburón” de Steven Spielberg o “Carrie” de Brian de Palma).

Scorsese se enfrenta entonces a una película musical de alto presupuesto con la que pretende rendir homenaje a los musicales del Hollywood clásico. “New York, New York” (1977) es una interesante película (excesivamente larga en su versión extendida de más de dos horas y media) que fracasó en taquilla. Tras el rodaje del último concierto de The Band mostrado en “El último vals” (1978), rueda su segunda gran película, “Toro salvaje” (1980), la historia de ascensión, éxito y caída del boxeador Jake La Motta interpretado por un intenso Robert De Niro.

Los ochenta serían unos años irregulares para el cine de Scorsese. Filmó la mediocre “El rey de la comedia” (1983) y la curiosa comedia negra “Jo, qué noche” antes de hacer una muy interesante secuela del clásico “El buscavidas” llamada “El color del dinero” (1986), de nuevo con un excelente Paul Newman.

Si “Taxi driver” había sido controvertida por su violencia explícita, la mayor polémica de su carrera llegó con “La última tentación de Cristo” (1988), la plasmación definitiva de las inquietudes religiosas con las que Scorsese fue trufando buena parte de su filmografía. La película plantea una visión interesante sobre la figura de Jesucristo pero, una vez más, resulta excesivamente larga. La década terminaría con uno de los tres capítulos de la película colectiva “Historias de Nueva York” que firmaría junto a Francis Ford Coppola y Woody Allen.

En 1990 estrena un clásico del cine de gangsters, “Uno de los nuestros”, película que de alguna forma vuelve a los ambientes callejeros de “Malas calles”. Se trata de una película muy interesante, ágil, por momentos brillante, pero que también adolece de algunos de los tics más típicos del cine de Scorsese (excesivo metraje, excesiva voz en off, excesiva música machacona… en definitiva, excesiva).

Después, Scorsese apostaría por el cine de encargo y los remakes hollywoodienses con una nueva versión de “El cabo del terror”. En “El cabo del miedo” (1991), el cineasta apuesta por aprovechar el éxito que el thriller disfrutaba en aquellos años (gracias a títulos como “El silencio de los corderos” o “Instinto básico”) y le sale una película interesante, fácil de ver, con momentos muy conseguidos y con un tramo final no muy convincente.

Después llegaría el giro total a su cine. De la violencia, el ritmo frenético y el rock and roll constante, Scorsese pasa a la delicadeza, a la emoción sin artificios y a la poesía de “La edad de la inocencia” (1993), su película más emotiva y hermosa. Por una vez, Scorsese hace un retrato de un personaje femenino admirablemente y consigue una película exquisita en todos sus aspectos. Sin embargo, en el fondo, sigue hablando de los difíciles equilibrios de poder que también plasma en películas como “Casino” (1995), vuelta al cine de mafiosos, esta vez de alta estofa, ambientada en Las Vegas. Se trata de una de sus mejores películas. A pesar de su larga duración, de su excesiva voz en off y del pelma de Joe Pesci haciendo un personaje calcado al que ya hizo en “Toros salvaje” y sobre todo en “Uno de los nuestros”, se trata de una película vibrante, llena de nervio e intensidad.

“Casino” sería su última gran película en mucho tiempo. En 1997 firma “Kundun”, una decididamente aburrida película sobre el budismo y dos años después nos castiga con la película más artificiosa y boba de cuantas haya filmado, “Al límite” (2000), pretendido regreso al universo de “Taxi driver” con un Nicholas Cage absolutamente sobreactuado, un guión inverosímil y un tono divertidamente trepidante (rock and roll a todo volumen, carreras de ambulancias…) que en nada se corresponde con lo narrado.

La muy esperada “Gangsters de Nueva York” (2002) prometía un regreso al cine de las mafias de Nueva York que tan bien se le da a Scorsese, aunque esta vez retrocediendo un siglo. El resultado fue una película de nuevo excesivamente larga, excesivamente sobreactuada (Daniel Day Lewis está insoportable) y excesivamente histérica en su puesta en escena. Todo pretende ser a lo grande, ampuloso y apabullante para el espectador, pero a la postre resulta cansino y reiterativo. En cualquier caso, esta película sería el primer encuentro entre Scorsese y el que sería su nuevo actor fetiche, Leonardo DiCaprio, tras su fructífera unión artística con Robert De Niro.

De nuevo con DiCaprio, rodó la nuevamente excesiva “El aviador” (2004), anodina recreación de la vida de Howard Hughes que parecía planificada al detalle para ganar el tan ansiado Oscar que a Scorsese se le venía escapando desde hacía más de 35 años.

Tendría que esperar hasta “Infiltrados” (2006), remake de la película “Infernal affairs”, tras un extenso documental sobre Bob Dylan (“No direction home”, de 2005), para conseguir el Oscar. “Infiltrados” recupera un pulso que Scorsese no mostraba desde “Casino”. No es una obra maestra pero sí un muy interesante thriller, largo pero mucho más ligero que la mayoría de sus películas de extensa duración, entretenida y vibrante. DiCaprio hace un buen trabajo, en contraposición a un sobreactuado Jack Nicholson.

Habrá que admitir que Martin Scorsese es uno de los cineastas más importantes de su generación y que con el tiempo será todo un clásico, pero a mí en su cine me falta capacidad de síntesis y me sobra un cierto tono de "qué guay es la mafia, tío, qué guay el rock and roll de los 50, cómo molan las peleas y las carreras de coches". Si hablamos de mafia, que me pongan la trilogía de “El padrino” de su amigo Francis Ford Coppola. Esas sí son, al menos las dos primeras, obras maestras.


viernes, 13 de julio de 2007

El futuro inmediato del cine español

Ciertamente, esta primera mitad del año está siendo lamentable para el cine español. La taquilla se hunde y no es de extrañar. A penas se ha estrenado hasta el momento nada interesante. Destacaría casi exclusivamente “La soledad” de Jaime Rosales y un documental llamado "Las alas de la vida" que se estrenó de tapadillo. Otras películas como “Teresa” de Ray Loriga son correctas y poco más y “Concursante” no la he visto. Se ha hablado mucho de la decepción de “Bajos las estrellas” y casi todo lo demás o no despierta el interés del público o directamente es malo.

Afortunadamente, los próximos meses se presentan a priori más interesantes. Están pendientes de estreno algunas de las películas que pintan más interesantes en los últimos meses. A finales de agosto se estrenará “Caótica Ana”, el muy esperado regreso a la ficción de Julio Medem (en septiembre se editará en DVD una edición especial con sus dos últimas producciones, los documentales “1% esquizofrenia” y “¿Qué tienes debajo del sombrero?”. Será el arranque de una temporada que nos traerá también la nueva película de Emilio Martínez Lázaro, “Las 13 rosas”, en principio, una firme candidata a acaparar nominaciones a los Premios Goya.

Uno de los debuts que más interés está despertando es “El orfanato”, de Juan Antonio Bayona, con el segundo papel cinematográfico para Belén Rueda después de su celebrada interpretación en “Mar adentro”.

También está pendiente de estreno “La carta esférica”, regreso a la dirección de Imanol Uribe basado en la novela de Pérez Reverte con un amplio presupuesto.

Antonio Hernández, tras lograr su primer éxito comercial con “Los Borgia” (una buena película aunque inferior en calidad a sus magníficas “Lisboa”, “En la ciudad sin límites” y “Oculto”) tiene pendiente de estreno “El menor de los males” que promete un nuevo cambio de género.

Álex de la Iglesia ha terminado el rodaje de su nueva película, “Los crímenes de Oxford”, rodada en inglés con reparto internacional que, tal vez, se estrene a finales de año.

Quedan otros muchos estrenos que pueden levantar la maltrecha situación actual de un cine español que en lo que llevamos de año no ha sido capaz de despertar el interés del público.

Dejo aquí el críptico teaser de “Caótica Ana”, los trailers de "Las 13 rosas", "El orfanato" y "La carta esférica" y una recomendación: los cinco cortometrajes que han rodado Borja Cobeaga, Isabel Coixet, Julio Medem, Daniel Sánchez Arévalo y Nacho Vigalondo con un móvil y bastante imaginación. Pinchando aquí podrás verlos.

Caótica Ana



Las 13 rosas



El orfanato



La carta esférica