domingo, 26 de noviembre de 2006

¿Creer o no creer? El ilusionista


Ustedes se preguntaran pues no es tan difícil si ya está todo demostrado que los trucos, trucos son... a estas horas como viene esta y duda de si debemos creer o no creer. En la Viena de 1900 nada se tenia por cierto y las artes de Eisenheim aún sorprendian a quienes desde el palco las observaban (aunque una servidora afirma que en el cine aún pudo gozar de la capacidad de sorpresa que muchos de los trucos me producian).

Una enternecedora película de amor que cuenta con la maravillosa fotografía de Dick Pope para contar lo mismo de siempre. Chico de clase baja, es decir hijo de ebanista, ama a una noble que no está a su alcance. Pero esta vez los trucos de magia y la música de Philip Glass ofrecen una óptica novedosa que dotan a la historia de un poder que no tienen las demás historias de amor.

Simplemente la historia de Neil Burger cuenta con tres grandes actores (porque lo de Rufus Sewell es de expediente X, que malo en todos los sentidos es el condenado Leopoldo) que llenan la pantalla con química y con actuaciones al nivel de la historia que en su día nació de la pluma de Steven Millhauser como un cuento de amor (que bonito cuento de amor!!! llamenme romántica, cursi o lo que sea, -Baby, I don't care, que diria mi amada Leonor susurrando-).

En primer lugar tenemos al siempre enigmático Edward Norton que lo borda y esta vez con perilla y ¿poderes sobrenaturales? también. Pues está al nivel requerido para tan difícil reto. El suyo es un papel que pide a gritos concetración y meterse muy dentro de la piel de Einsenheim, Norton como en todas las ocasiones que lo hemos visto en la pantalla grande lo logra, porque este chico vale su peso en oro. Ya desde American History X o El club de la lucha le admiramos pero con tan singular mago solo podemos decir "chapeau".

Desvaneciendo consciencias tenemos a la bella del lugar, Jessica Biel, que deja de ser la sexta del paraiso para convertirse en la amada de dos de los personajes de la película: por un lado es el amor de niñez del joven Eisenheim antes si quiera de llamarse así y por otro es la prometida del emperador Leopoldo, difícil situación la suya... La química entre Biel y Norton es palpable y la escena más torrida así lo demuestra aunque un simple y sensual beso deja suficiente huella como para afirmar que estos dos se quieren de verdad...¡¡¡amor, amor!!!

Y el tercero en discordia es la nota de cinismo que hace falta para que una historia de magia este bien contada. Este es el siempre eficiente Paul Giamatti (al que queremos más desde La joven del agua, que se le va a hacer, que poca objetividad tiene el cine, es lo que hay) que como jefe de policia Uhl tendrá que descofiar de cada truco de Eisenheim y de cada paso que dé... será en definitiva el que se coma los marrones pues por un lado tendrá que seguir de cerca la historia de los amantes secretos y por otro satisfacer todos los deseos de su alteza, un desastre...o no...


Una ilusión óptica señores, no se lo piensen dos veces y vayan a ver El ilusionista pues las historias de amor tan grandes siempre se agradecen y si están tan bien contadas mucho más, además aderezadas con una buena fotografía y sacudidas por la química de una pareja protagonista que deja al repetable sentadito en su sillón, esperando: besos, magia y naranjos que crecen sin explicación o con ella...

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