Debut en el largometraje del director Juan Antonio Bayona, “El orfanato” es una película de terror que narra la historia de Laura, una mujer que decide recuperar el antiguo orfanato en el que pasó parte de su infancia. En la fiesta de la inauguración desaparece su hijo Simón y pronto se desencadenarán una serie de acontecimientos que pondrán a Laura al límite de su cordura.
Estamos ante una interesante película de suspense y terror en la que las emociones y los sentimientos de los personajes, en especial el interpretado admirablemente por Belén Rueda, cobran una importancia especial. No es la primera vez en la que nos encontramos, sobre todo en los últimos años en películas firmadas por Jaume Balagueró, Alejandro Amenábar o M. Night Shyamalan, historias de terror atravesadas por un importante componente de drama, dando especial relevancia a las emociones de los personajes. Es uno de los aciertos de la película: el absoluto protagonismo de Laura (Belén Rueda aparece en absolutamente todas las escenas de la película) y el hecho de estar narrada a través de sus ojos y sentimientos, hace que lo narrado sea más cercano al espectador y añada un componente humano al terror.
Sin embargo, no todo es sobresaliente en esta película. La acumulación de tópicos del género (el eterno recurso de los sustos, la casa encantada, la presencia de inquietantes niños, el sonido terrorífico de pasos y ruidos desconocidos, la aparición de antiguas películas, el descubrimiento constante de puertas ocultas…) despiertan en el espectador la sensación de deja vú en demasiadas ocasiones. Como suele ocurrir en este tipo de películas, en el consabido final sorpresa, se trata de dar credibilidad y verosimilitud en poco más de un minuto a todo lo que hemos visto en la hora y media anterior. El efecto sorpresa y la intensidad dramática de ese final están logradas en la película de Bayona pero al momento uno descubre que muchos de los elementos que han ido desfilando ante nuestros ojos (la cueva junto a la playa, los recurrentes planos del tiovivo en movimiento…) sólo han sido utilizados para despistar al espectador ya que, al final, nada aportan a la verdadera historia que se nos narra. A estos elementos se podrían añadir algunos personajes sin enjundia, tales como el marido de Laura (irrelevante su presencia en la historia), la psicóloga interpretada por Mabel Rivera o la, a la postre, anecdótica presencia de Benigna, la inquietante anciana que protagoniza los primeros momentos de suspense y terror en la película y que termina siendo un personaje cuya presencia no aporta demasiado a la historia salvo su actuación en el pasado. Todo parecen trucos para despistar al espectador, para mantener su atención sea de forma justificada o no.
Por el contrario, deben ser tenidos en cuenta los no pocos aciertos en la puesta en escena de algunas secuencias. Especialmente brillantes y efectivas son las soluciones estéticas y narrativas de dos escenas: la sesión de espiritismo (con una siempre convincente Géraldine Chaplin) y el juego en el que Laura “invoca” a los niños dando golpes en la pared. A estos momentos tan inquietantes como demostrativos del talento de Bayona debe añadirse la escena en la que Laura cree hablar con su marido en la cama, en uno de los momentos más brillantes y al tiempo más inquietantes de la interpretación de Belén Rueda.
Cabe mencionar también un logrado cuidado estético, tanto en la fotografía de Oscar Faura como en la dirección artística de Josep Rosell. Por último, merece la pena ser destacada la música de Fernando Velázquez, especialmente en el tramo final de la película.
En resumen, se puede decir que “El orfanato” es una buena película con una muy interesante idea original a la que le sobran lugares comunes en el género de terror y que descubre a un cineasta con talento estético y un especial cuidado por los aspectos humanos y emocionales de la historia que narra.
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